Hasta el año 1980 ó 1981 no era razonable suponer que los Estados
Unidos conseguirían reafirmar su hegemonía sobre sus competidores occidentales ni mucho menos evolucionar hacia un nuevo
orden económico internacional y una nueva división del trabajo
bajo su dirección, pero hoy esa probabilidad es bastante alta.
Hasta fines del decenio de 1980, no se preveía que los Estados
Unidos fueran capaces de alinear a dos países de importancia estratégica en el orden capitalista: el Japón y Alemania Occidental.
Si los Estados Unidos no hubiesen logrado amoldar a la economía
privada japonesa a su juego de intereses y si las políticas inglesa
y alemana no hubieran sido tan conservadoras, los Estados Unidos
habrían tenido que hacer frente a bloques europeo y asiático con
pretensiones de independencia económica. Cabe subrayar que en
esa época los intereses en juego eran tan visiblemente y parecía
imposible que los Estados Unidos lograran reafirmar su hegemonía,
aunque siguiesen siendo la potencia dominante.
El sistema bancario
privado operaba totalmente fuera del control de los bancos centrales,
en particular del Banco de la Reserva Federal (FED). El subsistema de filiales transnacionales funcionaba a base de divisiones
regionales del trabajo entre empresas, a contrapelo de los intereses nacionales estadounidenses, lo que agudizaba la competencia
intercapitalista en perjuicio de los Estados Unidos.
La existencia de una economía mundial sin polo
hegemónico llevaba a la desestructuración del orden vigente de la
postguerra y a la descentralización de los intereses privados y
regionales.
Los desdoblamientos de la política económica interna y externa
de los Estados Unidos i, de 197 9 a esta parte, se orientaron en el
sentido de invertir esas tendencias y de retomar el control financiero internacional a través de la llamada diplomacia del dólar
fuerte.
El presidente del FED, al
finalizar la última reunión del FMI en 1979 declaró que no estaba
de acuerdo con las propuestas del FMI y de los demás países miembros
que tendían a mantener un dólar devaluado y a aplicar un nuevo
padrón monetario internacional. Adujo que los Estados Unidos no
permitirían que el dólar siguiera devaluándose como venía ocurriendo
desde 1970, en particular después de 1973 con la ruptura del
Smithsonian Agreement. Después de este brusco cambio de posición,
los Estados Unidos anunciaron que el dólar se mantendría como
padrón internacional y se restauraría la hegemonía de su moneda.
Esta restauración del poder financiero del FED significó que los
propios Estados Unidos y la economía mundial se sumieron en una
recesión continua que duró tres años. Incluso quebraron varias
grandes empresas y algunos bancos norteamericanos, aparte de que
se sometió a la propia economía estadounidense a una violenta
tensión estructural. El inicio de la recesión y la brusca elevación de la tasa de interés pesaron decisivamente en la derrota
electoral del Presidente Carter.
La política económica del gobierno de Reagan, que fue posterior a estos sucesos, no resultó absurda para los intereses
nacionales norteamericanos, aunque haya ocasionado una presión verdaderamente ° imperial® sobre el resto del
mundo« En verdad se trata de una política muy contradictoria,
que no derivó de ninguna 'conspiración internacional' y ni siquiera
de un sólido consenso interno.
Como resultado de una intensa
confrontación de intereses y de conflictos internos, los Estados
Unidos aplicaron, y continúan aplicando una política polifacética
que implicó iniciar un proceso de recuperación económica de una
peculiar naturaleza.
Además del movimiento de restauración del prestigio
político e ideológico, Reagan se propuso una cosa nunca vista, redistribuir el ingreso a favor
de los más ricos, aumentar el déficit fiscal y subir la tasa de
interés es una combinación explosiva de políticas económicas, tanto
desde el punto de vista interno como internacional.
A pesar de
todo, esta política contradictoria tuvo como resultado la recuperación económica de los Estados Unidos en la medida en que este
país consiguió influir sobre sus asociados para que desafiaran
económicamente a sus adversarios.
Al mantener una política monetaria dura y
forzar la supervaluación del dólar, el FED reasumió en la práctica el control del sistema bancario privado internacional y
articuló en su provecho los intereses de un conjunto disperso.
Los Estados Unidos registran
un déficit fiscal de naturaleza estructural, y la imposibilidad de
comprimirlo surge de sus propias políticas financiera y militar.
Es creciente el componente financiero del déficit, por efecto
simplemente del rodamiento de la deuda pública.
Hace algún tiempo atrás, todo llevaba a creer que los Estados
Unidos habían perdido la capacidad para dirigir el mundo en forma
benéfica. Todavía sigue siendo cierto. Pero, en cambio, los
norteamericanos entre 1979 y 1983 dieron pruebas indiscutibles de
su capacidad para ejercer su hegemonía y amoldar a todos los países,
por conducto de la recesión.
Un aspecto fundamental de ese proceso de restauración de la
posición hegemónica de los Estados Unidos resalta al analizar las
relaciones económicas internacionales de ese país. Entre 1982 y
1984 los Estados Unidos lograron doblar su déficit comercial en
cada año, lo que, conjuntamente con la percepción de intereses,
les permitió absorber transferencias reales de ahorro del resto
del mundo, que sólo en 19 83 totalizaron 100 000 millones de dólares
y en 1984 deben haber sobrepasado los 150 000 millones.
Sus relaciones de intercambio mejoraron y sus costos internos
bajaron, ya que las importaciones que efectúan son las mejores y
las más baratas de todo el mundo. Y así, sin hacer ningún esfuerzo
intensivo de ahorro e inversión, sin tocar su infraestructura energética, sin tocar su agricultura ni su vieja industria pesada, los
Estados Unidos están modernizando su industria de punta con equipos
baratos del tipo más avanzado y con los capitales de riesgo del
Japón, de Alemania Occidental y del resto de Europa y del mundo.
La estructura del comercio norteamericano fue siempre simétrica
y cerrada. Los Estados Unidos exportaban materias primas, alimentos,
insumes industriales y bienes de capital, es decir, todos los renglones importantes del comercio internacional. Las relaciones
económicas de los Estados Unidos con el resto del mundo podían
encuadrarse en el esquema tradicional de centro-periferia.
Los Estados Unidos están ahora realizando fuentes inversiones
en el sector terciario y en las nuevas industrias de tecnología de
punta. Con sus enormes déficit comerciales y la reanudación del
crecimiento, garantizan la solidaridad de sus socios exportadores,
sobre todo el Japón y Alemania Occidental y con sus altas tasas
de interés real, afianzan la solidaridad de los banqueros.
Los Estados Unidos no necesitan resolver su problema de financiamiento interno mientras la tasa de crecimiento de los países
europeos sea inferior a la norteamericana, ya que no hay la menor
posibilidad de que los capitales del resto del mundo resuelvan
invertir preferentemente en sus países de origen mientras estos no retomen tasas estables de crecimiento. Hasta ahora están
invirtiendo de preferencia en los Estados Unidos y las políticas
nacionales se destinan exclusivamente a asegurar las estructuras
productivas industriales y, en el caso del mercado común europeo,
también las estructuras productivas de alimentos.
La respuesta europea y japonesa ha sido forzosamente de alianza
con los Estados Unidos; pero está por verse su destino de largo
plazo como periferia del centro.
Si los Estados Unidos consiguen mantener su actual política
con el mismo vigor los siguientes años sin provocar un derrumbe financiero
interno o internacional habrán completado varios años de absorción de liquidez, de capitales y de crédito del resto del mundo.
Los problemas estructurales que los Estados Unidos tienen
aún que resolver y que no pueden solucionar con deudas y capitales de corto plazo se relacionan con el ajuste de su infraestructura básica. Ello requiere un proceso previo de consolidación
bancaria y de restructuración de la deuda interna norteamericana.
Los Estados Unidos no van a abandonar la
relación especial que mantienen con Japón, Alemania Occidental,
Canadá y México, pues se trata de espacios económicos y políticos
que necesitan controlar de alguna manera.
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