IMPERIALISMO NORTEAMERICANO EN AMÉRICA LATINA

En 1822 se dicta la Doctrina Monroe dando inicio a un período de las independencias y el declive de los imperios españoles y británicos. Estados Unidos expande su influencia, fundamentalmente en Mesoamérica. 

En 1847 se crea el Destino Manifiesto dando como resultado el que Estados Unidos adquiera los territorios mexicanos de California, Nuevo México, Arizona, Colorado y Nevada.

En 1898 vemos el Imperio de Estados Unidos ya que frente a la debacle española, Estados Unidos adquiere los territorios coloniales de Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Esto le permite a Estados Unidos mayor margen de maniobra imperial en el Océano Pacífico y la Cuenca del Caribe. Estados Unidos invadirá 34 veces la Cuenca del Caribe durante los próximos 30 años. México, Honduras, Guatemala, Costa Rica, Haití, Cuba, Nicaragua, Panamá y República Dominicana se convierten en territorios ocupados por el imperialismo yanqui.

En 1933 vemos a la “Buena Vecindad” debido a que llega al poder de Franklin D. Roosevelt y se retiran las tropas de ocupación del Caribe, y se derogan privilegios de Estados Unidos bajo una política de “no intervención absoluta”.

En 1945 tenemos a la Guerra Fría. Termina la Segunda Guerra Mundial y se establece el mundo bipolar liderado uno de los bloques por Estados Unidos frente al bloque soviético. Un año antes se crea el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). El dólar se convierte en la moneda internacional de cambio. Se expande la relación imperial con toda Latinoamérica y se crea la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en ingles), dedicada en buena medida a cuidar el “patio trasero”. Es la época de los golpes de Estado que van desde el derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala (1954), hasta la invasión de Panamá en 1989.

En 1989 nos encontramos con el Consenso de Washington aquí Estados Unidos gana la Guerra Fría con la caída del muro de Berlín. Se declara el “fin de la historia” por los ideólogos neoliberales y se establece una hegemonía económica basada en el “Consenso de Washington”, la cual tuvo su primer experimento en 1973 con el golpe de Estado contra Salvador Allende en Chile. El FMI supervisa el establecimiento del Nuevo Orden Económico (NOE).

En 2001 llega al poder del gobierno de Estados Unidos, George W. Bush, extendiendo su mandato hasta el año 2008. Se recrudece la política militar del imperialismo bajo el fundamentalismo de los “neoconservadores”.

La presencia imperialista de Estados Unidos en Latinoamérica se extiende luego del fin de la Segunda Guerra Mundial. Inicia la época de los regímenes políticos nacional-populistas como producto del desarrollismo de Estado. Esto provoca una serie de contrarrevoluciones para imponer la relación imperio/ Estado-cliente en la “periferia”. Surge la Alianza Para el Progreso (ALPRO) como una estrategia para detener los movimientos de reforma agraria y los movimientos armados revolucionarios.

Este periodo, según “Imperio con Imperialismo”, duró desde la década de 1930 hasta la de 1970 y comprende la expansión del Estado nacional agroexportador, a la vez que aumenta el apoyo para el desarrollo de las empresas industriales privadas, se fortalecen los bancos nacionales y existe relativo control sobre las tasas de cambio.

Paralelamente se promueve desde el BM y el Fondo Monetario Internacional (FMI), préstamos a los Estados en “vías de desarrollo” y se establece la política de microcréditos para que la ciudadanía pueda acceder a bienes inmuebles y de consumo a través del endeudamiento. A finales de la década de 1970, Latinoamérica se convirtió en el principal receptor de Inversión Extranjera Directa (IED) y de préstamos de las Instituciones Financieras Internacionales (IFI’s) para los países “subdesarrollados”.

El segundo periodo imperialista de Estados Unidos abarca desde 1965 hasta 1982, en una mezcla entre reformas neoliberales y desarrollo nacional. Es el boom de la industrialización vía la sustitución de importaciones y el desarrollo del Mercado Común Centroamericano (MCCA).

El tercer periodo es el llamado Nuevo Orden Económico Mundial bajo la égida del neoliberalismo, en medio del tránsito de los gobiernos militares a manos civiles y se lleva a cabo la privatización en masa de las empresas públicas; se desnacionalizan los bancos y se restringe su participación en la regulación del tipo de cambio y las tasas de interés. 

Eventualmente Estados Unidos se reposicionó con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que cobró vigencia en 1994, experimentando un crecimiento económico en los negocios cupulares entre los países firmantes: Estados Unidos, México y Canadá. No obstante, las exportaciones de México y Canadá perdieron dinamismo quedando Estados Unidos por supuesto, mejor favorecido.

Tanto la firma del TLCAN como la creación de la OMC colocaron a las corporaciones transnacionales de Estados Unidos en una mejor posición frente a los gobiernos y empresas de Latinoamérica, aumentado considerablemente las Inversiones Extranjeras Directas (IED).

Estados Unidos promueve en estos días la Alianza para la Prosperidad para el triángulo norte (Guatemala, Honduras y El Salvador), teniendo como satélites importantes de su política de ocupación regional a México y Colombia. Su discurso se basa en promover mejores condiciones de vida para evitar la migración. En el fondo, precisa controlar la plataforma logística que la cintura centroamericana representa para los negocios energéticos y el flujo de mercancías en alianza con las oligarquías nacionales, a la vez que pretende desplazar a los inversionistas euro-asiáticos.

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